Entrevista a Elena Valdéz
IMAGENES DE LA LUZ
Elena Valdez nació en el
barrio de Palermo de la Ciudad de Buenos Aires, más precisamente en el
interior de un automóvil que llevaba a su madre a la sala de partos del
hospital. Desde muy chica realiza dibujos psicográficos. Como en una
sucesión interminable, sus trazos entrelazan los distintos mundos que
viven en éste mismo mundo. Así, surgen a la vista los cuatro elementos
de la naturaleza, figuras y rostros en todas sus expresiones. Los dibujos -en
algunos casos premonitorios como la guerra por las islas Malvinas y la guerra
del Golfo- también manifiestan las luces y las sombras del propio género
humano y su inacabado destino.
En su quinta de Bella Vista la mañana parece estallar en colores y sonidos.
Elena es transparente cuando habla, como su mirada, como su letra al escribir.
-¿Estudiaste alguna vez dibujo?
-No, soy autodidacta. Yo empecé desde chica a recibir mensajes en los sueños, tenía 10 años o menos. Para mi la aventura más apasionante no era ir a jugar con los chicos, sino acostarme a dormir. Porque era como ver cine y tan diferente lo que recibía, era tan nítido el recuerdo de las imágenes.
-Se puede decir que los dibujos se relacionaban con los sueños?
-Hay un paralelismo realmente, porque todo el bagaje de imágenes plasmado en décadas es la parte onírica. Como sigo en una parte importante en los sueños, que es el caudal realmente de información que tenemos.
-¿Que fue lo primero que dibujaste?
-Países, lugares.
La primera vez dibujé algo que lo seguí repitiendo siempre, era
un lugar en donde había mucha agua, un mar, y unas construcciones que
tenían cúpulas. Eso era una repetición, iba a ese paisaje
y sentía como si ya hubiera estado miles de veces. Ese dibujo lo hacía
automáticamente, yo dibujo automáticamente. Esto era una repetición
en muchos momentos de mi vida. Hace dos años, cuando tuve la suerte de
viajar, fui al sur de España y un día a las 6 de la mañana
salí del hotel a caminar y me encontré con ese lugar, pero tal
cual, la misma columna, el mismo cerco, el mismo mar, fue una emoción
tan grande. Ahí se dio una confirmación de que el bagaje que nosotros
recibimos es el autentico, es el sello del pasado, del presente y del futuro.
-¿Es como poder ver el tiempo en forma lineal?
-Lo ves proyectado. Y bueno, en ese viaje tuve muchas experiencias. Las vetas de las columnas que veía en determinados lugares. Era el lugar que yo recuerdo fotográficamente, como que veo una figura y recuerdo el detalle. Por eso ese automatismo al dibujar para que no se escape la imagen.
-¿Además de haber confirmado esa imagen, se te despertó algún recuerdo de ese lugar?
-Puntualmente no. Sí el haber estado mucho ahí. Por ejemplo, entré en la alambra con 14 personas, y era como que yo recorría los sueños anteriores y proyectaba los lugares. La guía me llegó a preguntar "Helena, cuantas veces has estado en este lugar" y contesté "es la primera vez". Podía dibujar el mapa del lugar, fue muy emocionante.
-¿A lo largo de todos estos años, te ha resultado difícil mostrar a los demás este aspecto tuyo?
-Sí, y más porque de pronto uno tiene que callar. Porque la gente hace que uno sea cauto en el hablar. Porque muchas veces dice "ésta está..." (se ríe)
-¿Cómo definirías lo que te sucede?
-Diría que
es un mundo de percepciones, de percibir. En una parte de un credo personal
que incluí en mi libro "los trazos del alma", digo que "creo
más en el mundo invisible que puedo sentir, que en el mundo visible que
a veces no vemos", y ese sentir significa el percibir, el vivenciar. El
mirar no desde los ojos terrenos. También, pienso que lo que ha agudizado
esta parte mía espiritual, es que siempre hacía meditación
sin saber que meditaba. Al comenzar el día sentía que antes de
hacer cualquier cosa, tenía que dedicarle esos minutitos a Dios, tenía
que ponerme calladita y era como decirle gracias por lo que viví y recibí
en los sueños.
Después, si vos analizas la parte de los sueños, porque está
el sueño con sueño y el sueño profundo..
¿Cómo es eso?
-El sueño con sueño, es el sueño del cuerpo físico, es cuando llegaste después de un día de haber trabajado y descansa el cuerpo. Pero hay una parte de sueños profundos, que son unos momentos que es donde hacemos realmente la toma de energía y el contacto con lo divino. Y era como que yo cuando me despertaba podía diferenciar y tenía esa gratitud inconsciente por lo que había recibido en ese contacto. Es indescriptible lo que uno siente. Era chiquitita, y sentía que tenía que estar quietita, como recibiendo eso que en ese momentito recibía.
-¿La inspiración siempre está relacionada con el sueño o ahora lo podés hacer voluntariamente?
-Antes sí, me despertaba a las dos o tres de la mañana y tenía los papeles a mi lado. En ese momento no existía la rotring, entonces tenía mis tinteros con los plumines de mapas, que daban bastante trabajo, sin embargo fluía. Yo siento que soy un canal, yo no lo hago, (se ríe) alguien lo hace, soy el instrumento. Porque si yo me pongo a dibujar, yo no soy capaz de dibujar así. Tengo que llamarme estar en equilibrio. Ahora, es como que me fui educando con el tiempo, hago meditación todos los días, y después de la meditación estoy abierta y recibo las cosas. Y en los últimos años tengo la necesidad de plasmar los rostros de los seres que visualizo, por eso es como si fueran retratos.
-¿Esos seres, que representan, la naturaleza?
-Algunos sí, son elementales del agua, de los vegetales. Otros representan a ángeles y arcángeles como San Miguel, San Rafael, tal cual los visualizo después de cada meditación. Las alas de mis ángeles, de mis propios seres, de pronto están a la altura de la cabeza, esa es una repetición en estos tiempos.
-¿Le encontrás sentido a todo lo que dibujás?
-No, vos, o la persona que viene me ayuda a verlo. Y yo miro el símbolo y digo "tal cual". Por eso una vez Ernesto Sábato -que lo amo profundamente- hace ya muchísimos años cuando le llevé un centenar de psicografías me dijo: "Elena, no sólo dibuje, escriba, escriba aunque le parezca disparatado, porque algún día lo va a necesitar". Era tan sabio, que yo realmente -cuando me fui de su casa- yo me dije ¡que consejo me da este maestro, con todo lo que yo dibujo, también escribir ya sería como demasiado! De algunas cosas sí hice los textos pero de otras no, yo seguía dibujando y guardaba en cajas. Después de 20 años de esas palabras, cuando editorial Planeta edita mi libro, y quería hacer una selección entre más de 700 psicografías, me pasó que algunas que quería incluir en el libro yo no sabía qué eran, no tenía el texto y ahí sí me acordé de Sábato.
-Después seguiste su consejo...
-Sí después sí, pero ahora lo escrito me surge automático como el dibujo, surge y lo escribo.
-¿en que momento se te da la oportunidad de mostrar tus dibujos en una exposición?
-En diciembre de 1976 fui invitada a mostrar 50 psicografías en el Salón Nacional de Exposiciones de la Secretaría de Cultura de la Nación. Fue a través de un instituto de confraternidad argentino-paraguayo. En realidad los organizadores me decían que no entendía lo que eran esos dibujos, entonces el director de ese instituto, me mandó con una carta a la Academia Nacional de Bellas Artes. Allí su director, Julián Luquet fue mirando mis psicografías, la fue estudiando, buscando las formas. Después de un largo rato yo le dije que quería algún asesoramiento de su parte, y él me respondió "yo le recomiendo que no vaya a ningún lado, ni a ningún instituto, siga su camino. Porque usted está haciendo composición, está haciendo todo, y en un instituto cercenarían esta parte, le enseñarían una técnica y usted se estaría empezando a parecer a tal o a cual, y usted es usted misma".
-¿Cómo reaccionó el público que visitó esa primera muestra?
-Dentro de los títulos o el mensaje que había en cada dibujo, la gente tenía como una identificación con ellos. Al ver símbolos la persona se proyectaba y empezaba a hablar. Se daba siempre un diálogo, un encuentro. Es un dibujo espiritual, entonces ¿quien no tiene necesidad de hablar y de expresarse desde lo espiritual? Muchos temas no se hablan, porque hay mucho prejuicio. Hay quienes no se animan a hablar y les pasan cosas.
-Estaba pensando que a vos se te da la oportunidad de exponer justo en 1976, una época por demás oscura para el país.
-Si, ahí funciona perfectamente la polaridad.
-¿Después de tantos años, para qué crees que hacés estas psicografías?
-Para dar un mensaje desde el espíritu, desde otro plano y en muchos casos dar respuesta a la persona que de pronto pregunta algo de sí. Hay un mensaje y un ser que habla, que dice cosas desde el arte. Ese mensaje está dirigido a la gente, es universal, es algo como una música que llega y alivia, como una melodía sanadora en muchos casos.
-En tu libro "Los trazos del alma" existen muchos dibujos relacionados con el continente americano y con la Argentina, que me hace acordar bastante a los dibujos premonitorios de Benjamín Solari Parravicini.
-A la obra de Parravicini recién la conocí cuando me hizo una entrevista el periodista Víctor Sueiro. Yo no lo conocía a él hasta ese momento, ahí compre su libro y comencé a ver un paralelismo con lo mío.
-¿Que características crees que tiene el tiempo que nos toca vivir, es un momento de despertar, de encuentro?
-De reencuentro, de tanta afinidad. Esta psicografía (un dibujo con dos rostros enfrentados) habla de esto, el cara a cara es el verse a sí mismo y ver al otro, hablarle sin palabras y descubrirlo y conversar en el entendimiento mental, En otro lenguaje. Borges dice en un poema bellísimo que el arte debe ser "como un espejo que nos refleja nuestra propia cara..." y yo no hago nada más que manifestar a través del arte.
-Es como si tallaras espejos para que los demás se vean...
-Y para verme.
-¿Cuál es tu reflexión para esta época tan convulsionada que estamos viviendo?
-Diría que nos saquemos las máscaras de la tristeza que nos ponen diariamente, y de todo lo agorero, que sucede, porque hay cosas que suceden. Pero hay que hacer un trabajo de autoconocimiento, porque conocerse es encontrarse con Dios, y él está al alcance de todos.
© Cristián Sánchez Barros. 2003